NO NOS DEBÉIS NADA

Carolina Marín pedía perdón, tras lesionarse, por tener que retirarse. Un día antes, le oí en los medios decir que sólo le valía el oro. En otros deportistas he podido escuchar algo similar sin que me saltara la voz de alarma, esa que solemos tener los psicólogos (sobre todo cuando además de al deporte, te dedicas a la clínica) cuando sentimos que algo no está bien en la persona que nos está hablando enfrente. Lo que parece una aseveración típica de un deportista de élite con confianza en sí mismo, se me antojó como una obsesión, y se me ocurrió pensar: ¿qué pasará con esta chica cuando se retire del deporte? Y al día siguiente ¡zas! Lesión. Peor todavía que la retirada. Otro juguete roto.

Unos días antes, una paciente de clínica me había pasado un artículo sobre Simone Biles. Hablaba de su retirada en las anteriores olimpiadas, por problemas de salud mental. Si en el común de los mortales, por desgracia, suele estar mal visto que tengas que coger una baja laboral a causa de un trastorno mental, en un deportista de élite, en plena olimpiada, es casi inconcebible. Millones de telespectadores esperando su actuación, un montón de países compitiendo, cientos de políticos pendientes de los resultados de los deportistas patrios. Y Biles, demostrando que es humana, decide no seguir. Antepone su salud mental a los resultados deportivos. Aplausos. Más aplausos. Más merecidos aún que cuando de un brinco da dos vueltas en el aire, porque eso nunca lo había hecho nadie.

Alcaraz se quedó con la plata. Fue duro, porque estaba muy igualado, fueron dos set con dos tie break. Si Djokovic hubiera ido ganando con mucha holgura probablemente no hubiera soltado tantas lágrimas. Se vio ganador. Y si, es muy joven, tiene más olimpiadas por delante, pero el oro estaba muy cerca, casi lo podía tocar. En su declaración, tras conseguir su medalla, decía que estaba jugando por España, lo cual le añadía más presión. Le presionamos los que estamos tranquilamente viendo la tele desde nuestras cómodas casas.

La selección española femenina de fútbol remontó un 2-0 ante Colombia, en menos de 20 minutos, y ya en el tiempo de descuento. Son las actuales campeonas del mundo, con lo cual se espera que consigan medallas, o, como diría Carolina Marín, sólo vale el oro. El segundo gol me hizo levantarme del sofá por la emoción de la remontada. Y grité como una loca “sois las mejores” cuando ganaron en la tanda de penaltis. Lo que han tenido que luchar estas chicas por estar ahí lo sabe mucha gente, porque sabemos lo que pasó en el mundial.

Pero yo estaba en mi casa, tranquilamente, de vacaciones, disfrutando de las olimpiadas. Disfrutando con todos ellos. Yo no he sufrido entrenando un día tras otro, exhausta, dolorida, pensando qué quién me manda a mí meterme en esta movida, desesperada cuando las cosas no salen como corresponde a tanto esfuerzo, teniendo que someterme a una dura disciplina para poder progresar. No he renunciado a unas cañas con los amigos, a una noche de marcha con mis colegas, a una velada agradable con la familia, por tener que entrenar.

Sé lo que es romperse el ligamento cruzado de la rodilla, porque me lo rompí hace siete años practicando karate, pero nadie esperó que me recuperara rápidamente porque “para eso soy una deportista de élite”. No he sacrificado tener un trabajo estable para luchar por becas y patrocinios y poder sobrevivir ganándome la vida como deportista, o teniendo que compaginar empleo y deporte, el más difícil todavía.

Tampoco lo han hecho los políticos, ni los directivos, ni tanta gente que vive de sus triunfos. Por eso los convierten en iconos, los explotan, los exprimen, y encima les cargan con el peso de no fallarnos. He estado muchas veces en la Vuelta ciclista a España y algunas en el Tour. Tanto en una gran ronda ciclista como en otra me he sentido mal al ver que los ciclistas son los que menos importan. Son hombres-anuncio, lo que cuenta es el rendimiento, el puesto que ocupas, para que salgan las cuentas y puedan conseguir patrocinadores. Para mantener a un montón de gente que no tiene ni idea de lo que se sufre encima de una bici.

No pidas perdón, Carolina. No nos debéis nada. Nosotros os debemos a vosotros. Os debemos esa alegría de veros no sólo ganar, sino luchar. Si alguna parte de mis impuestos os ha llegado (temo que lo mínimo, ya se lo llevan otros por el camino) es lo que mejor empleado está. Vosotros sois los ejemplos a seguir, porque vais más allá de lo material, porque os sacrificáis por vuestros sueños, y porque nos hacéis levantarnos del sillón con vuestras victorias. Tanto si perdéis como si ganáis. Tanto si sufrís una lesión como si os quedáis a las puertas de la medalla porque el aire soplaba de cara, porque se me salió el pie un centímetro fuera o porque se me cruzó un pensamiento que me desconcentró un segundo. Sois campeones tengáis los resultados que tengáis, pero, ante todo

SOIS PERSONAS

No superhéroes. Y como tal hay que respetaros, y trataros. No carguéis con la responsabilidad de un país, de una afición. Es vuestra lucha, es vuestro esfuerzo, y las medallas son vuestras. Nosotros sólo os vemos, y os admiramos. Gracias por hacernos vibrar, y ojalá que alguien más que sólo piensa en su propio beneficio, o que tiene algún tipo de complejo, deje de criticaros, explotaros y menospreciaros.

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4 respuestas a NO NOS DEBÉIS NADA

  1. Yolanda dijo:

    Maravilloso texto que habla del deporte en estado puro.

  2. eva dijo:

    ¡Gracias, Yolanda! ¡Me alegra que te guste!

  3. Francesc Junyent dijo:

    Eva, qué alegría volverte a leer.

    Es muy duro y salvaje el deporte de élite, qué te voy a contar precisamente a ti. Cada vez me motiva menos ver deporte de competición. No puedo evitar sentir pena por el que pierde. Raro que es uno. Mi sobrino nos llevó a mi y a un hijo a ver un partido de balonmanao: Barça – Kielce. Jugaban todos tan bien que me sabía mal que alguno perdiese.

    Recuerdo una final, creo que olímpica, que Mireia Belmonte ganó por no sé cuantas centésimas (o milésimas). Para distraerme hice una regla de 3. Me salió una diferencia de 2,X cm. Que putada para la segunda después de tantos años entrenando. Quizás haber respirado un segundo antes, o después, vete a saber.

    Peligroso esta gente tan dedicada cuando deben dejar el deporte. Qué vacío deben sentir. Después pasan desgracias. Algunos se suicidan como el waterpolista jesús Rullán, retirado antes de hora por una lesión. Era muy amigo de mi fisio de cabecera.

    Hace poco leí una entrevista con sebastian Coe. En paralelo a sus éxitos se había sacado la carrera de económicas en Oxford, poca broma. Opinaba que centrarse sólo en el deporte era muy malo para la salud mental de los deportistas. Qué mejor que unos estudios? Era consciente que su opinión era minoritaria entre la gente del deporte de élite.

    Nada nuevo bajo el sol.

    • eva dijo:

      Hola ¡qué alegría para mí también que me leas!

      Estoy muy de acuerdo contigo, el deporte de élite es demasiado duro, mucho sacrificio para poca recompensa. Pero, en el caso de los olímpicos, sólo llegar allí ya es un gran logro, y si lo vieran así no sufrirían tanto por no conseguir una buena clasificación. Si luego las cosas no salen, al menos quedarte con la sensación que lo intentaste, te esforzaste, hiciste todo lo posible, y, si no has ganado, mala suerte, o que eres humano, y ya está. La buena gente, los que te quieren, van a seguir contigo. Y son los que verdaderamente importan.

      El problema está en cuanto la «derrota» (no llegar a tu objetivo) pasa de lo deportivo a lo personal. Y cuando asimismo pasa de lo deportivo a lo político. Y en vez de valorar tu esfuerzo, ganes o no ganes, parece que tienes una deuda con tu staff técnico, tu federación, y con tu país. No hay ninguna deuda. Nadie les regala nada. Se ganan sus becas, sus patrocinios. Pero es difícil verlo cuando sientes la presión de los medios, y de la gente que vive a tu costa. Y sobre todo, con la dicotomía de éxito/fracaso. No fracasa quien lo ha dado todo. Fracasa quien hace del criterio de los demás el suyo propio, y se rinde a las críticas.

      Ayer vi al primer representante de España en la maratón, llorando ante las cámaras por lo duros que habían sido con él, que llegó el 34º con 2h 11′, que ya es correr habiendo tenido una fisura en las costillas por un accidente. Me parece tremendamente injusto que se juzgue a esta gente, y se alabe a otros que triunfan en los negocios, o en la política, cuando lo hacen a costa de los deportistas (o de los trabajadores, si lo extrapolamos fuera del deporte). Eso es lo que me parece tremendamente injusto.

      Y desde luego, totalmente de acuerdo contigo en que no puedes obsesionarte sólo con el deporte, como dice Coe. Ni con nada en este mundo. Eso lleva a un pensamiento rígido que puede llevarte a sentir que tu vida no tiene sentido si dejas de ser deportista, llevando a depresiones y en los casos más extremos al suicidio como el waterpolista. Me viene también a la memoria las tristes historias de Yago Lamela, el Chava, o Pantani.

      Te lo puedes tomar como una dedicación exclusiva mientras puedas, pero sabiendo que después vas a tener que buscarte otro oficio, ya sea dentro del entorno deportivo o fuera, con el que ganarte la vida, y, sobre todo, no obsesionarte con ganar, como me dio la sensación que le pasaba a Carolina Marín. Jugar con presión, con estrés, puede llevarte a cometer errores e incluso a lesionarte, porque en tu empeño por ganar olvidas que tu cuerpo tiene unos límites. Y cuando tu entorno te hace creer que eres un superhéroe, te cuesta verlos. Ahí está el fallo.

      Me ha gustado mucho tu comentario, Francesc, muy buena aportación.

      Un abrazo.

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