Los ciclistas somos los más débiles sobre la carretera, corremos más riesgo incluso que un peatón puesto que éste no está manteniendo el equilibrio sobre dos finas ruedas, por lo cual tiene menos probabilidades de caerse. Sabemos que hay mucho imprudente suelto al volante y al manillar de una moto y en la mayoría de los accidentes con ciclistas el culpable es el vehículo a motor, no obstante, también nosotros podemos contribuir a nuestra propia seguridad teniendo en cuenta algunos factores psicológicos.
El ciclista respecto a los otros usuarios de la vía
La ignorancia e indiferencia hacia los que deciden dar pedales por carreteras, caminos y carrilles bici, llega hasta ese mismo “feudo” en teoría fabricado para uso exclusivo de los ciclistas: el carril bici. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con el típico carrito con bebé invadiendo ese carril reservado a las bicicletas? ¿O un coche aparcado? ¿O un corredor que está preparando la próxima maratón? Somos ignorados tanto por peatones, como por conductores, como por otros deportistas. Y si eso ocurre en los carriles bici ¿qué no pasará en las carreteras, que muchos conductores consideran de uso exclusivo para los vehículos a motor?
Resignados como estamos, no sólo a compartir espacio, sino a ser el último mono, nos toca esquivar a los, a veces inconscientes, peatones, dentro del carril, y rezar para que un coche nose despiste cuando pasa por nuestro lado cuando estamos en carretera. Y esa resignación no hay que tomarla por el lado negativo: al menos aprendemos a realizar esa conducta defensiva de la que muchos conductores adolecen.
Pero ojo aquí: ver vulnerados nuestros derechos como ciclistas puede llevarnos a una conducta agresiva que en nada favorece nuestra seguridad. Intentar dar un “escarmiento” a un peatón pasándole demasiado cerca, o enzarzarte en una discusión con el conductor de un vehículo a motor, no va a servir para que a partir de entonces te respete. Si pasas muy cerca al peatón y éste realiza un movimiento no esperado, vas al suelo y puedes hacerte tanto daño como el atropellado (o más) y si le gritas a un conductor éste se va a poner más radical aún y puede llegar a querer darte a ti el escarmiento y provocar el accidente.
El cansancio
Uno de los factores que puede influir a la hora de tener un accidente es el cansancio. Después de una buena tanda de kilómetros, la falta de fuerza no sólo está en las piernas, sino también en la cabeza, que tarda más en reaccionar ante un imprevisto. Si te sientes muy cansado, aumenta la precaución. Aún y cuando veas el peligro, también tendrás más dificultad para esquivarlo porque tu cuerpo no responde igual. No te dejes cegar por las ganas de llegar a casa. Para los músculos es bueno rodar despacio los últimos kilómetros, así se relajan y no se quedan contraídos. Pero sobre todo es bueno para tu cabeza: ya está el “trabajo” hecho, ahora hay que tomárselo con calma. Y si la paella está esperando en casa, que espere. Mejor comerse el arroz pasado que quedarse por el camino, o llegar estresado, malhumorado y para el arrastre.
Cuidado con los demás
He comprobado en más de una marcha las locuras que se cometen descendiendo puertos a gran velocidad, ajustando la bici al carril izquierdo o incluso invadiéndolo, o pasando a escasos centímetros de otro ciclista que va más despacio. Sé que visto desde fuera parece que van como locos pero cuando estás dando pedales tú no tienes esa sensación, porque, sobre todo si estás acostumbrado a los descensos y no tienes miedo, te sientes seguro, sabes como trazar las curvas, cuándo frenar, inclinarte, etc. Mucho cuidado aquí: por mucho que controles tú, puede que los demás no sean tan expertos.
Algunos cicloturistas “veloces”, en el descenso de una marcha, se creen capaces de “adivinar” cuál va a ser la trazada del ciclista que va más despacio y le adelantan cortándole. La tendencia del ser humano es pensar que todo el mundo actúa como uno mismo, y no es así. El que desciende más lento probablemente sea menos hábil tomando curvas y puede que no siga la trazada que el más experto cree que va a describir, y ahí tenemos el accidente: cruce y al suelo. Y el otro peligro más evidente es que si te acercas mucho al carril contrario en una curva sin visibilidad puede aparecer un vehículo que tome la curva demasiado abierta y… mucho vas a tener que controlar la bici para poder esquivarlo.
Por otro lado, también he visto en salidas del club cómo unos ciclistas se adelantan a otros pasando muy cerca mientras un coche está adelantando. De igual forma que en los descensos, la sensación “desde fuera” es distinta que “desde dentro” puesto que si estás acostumbrado a dar relevos como los profesionales no tiene por qué haber ningún problema. Pero si pasas muy cerca de un compañero y éste no controla tanto la bici como tú, puede hacer un extraño y tenemos caída múltiple. Si encima está pasando un coche en ese momento el accidente puede ser letal.
Otro caso más: el control sobre la bici es tal que te puedes permitir no sólo charlar con el compañero, sino además soltarte de una mano (o de las dos) y gesticular como si estuvieras hablando tranquilamente en la barra de un bar, mirando a tu interlocutor mientras por el rabillo el ojo controlas el estado del asfalto, o ni siquiera eso, porque has ido tantas veces por esa carretera que te sabes de memoria hasta los baches. Si desplazas totalmente tu atención a la conversación y te olvidas de la carretera, por mucho que te sepas el camino de memoria, éste no está siempre igual: han podido hacer obras y dejar más gravilla, llover y encontrarte barro, algún objeto que un desaprensivo ha tirado por la ventanilla…
El aburrimiento
El problema de fondo de las situaciones que acabo de escribir suele ser el aburrimiento. Cuando has bajado cien veces el mismo puerto y te lo sabes de memoria ya no tiene emoción y arriesgas para sentir de nuevo la adrenalina corriendo por tu cuerpo. Con las rutas del club pasa lo mismo: si ya me las sé, pues la emoción serán los piques o estar de cháchara todo el camino, tan enfrascado en la conversación que te olvidas de que estás dando pedales y que cualquier distracción puede dar con tus huesos sobre el asfalto.
Atención al aburrimiento: si quieres progresar en el descenso, más que coger velocidad, prueba a mejorar la técnica. La perfección no existe: siempre vas a poder controlar más la bici, y cuanto más la controles, mejor para evitar accidentes, pero sin dejar de tener en cuenta las circunstancias y a los otros usuarios de la vía. Si te aburren las rutas del club, puedes proponer alternar unos kilómetros de “darse caña” (con cuidado al hacer relevos) con otros de relax charlando con los compañeros. O proponer rutas nuevas para el calendario del año siguiente…