COVID-19: La soledad

Dicen que la soledad no es mala compañera si la elegiste. Alguien que decide vivir solo no necesariamente tiene que sentirse solo: ermitaños hay muy pocos, así que probablemente quien eligió no compartir su hogar sí comparte tiempo de ocio con otras personas. Pero ¿qué ocurre ahora? Que te tienes que quedar en casa, y no sólo eso, sino que tampoco te pueden venir a visitar. Ya no es una soledad elegida.

Si hablamos ahora de quien no elige estar solo, como aquellas personas mayores que perdieron a su compañero/a de vida, la soledad no se lleva bien, pero se alivia cuando le visitan hijos, nietos, amigos, o cuando salen al parque a charlar, echan unas partidas al mus, se apuntan a cursos o actividades variadas, hacen algún viajecito… ahora tampoco tienen eso. Y si, además, como ocurre en estas edades, “eso del internet” se les hace un mundo, más complicado aún.

Me preocupa mucho lo de las residencias. No creo que sea un problema sólo de falta de asistencia, o de medios, sino también entra aquí la dichosa soledad. Ese anciano al que se le encendían los ojos al ser visitado por sus hijos, nietos, primos, sobrinos, ha perdido ese estímulo que prendía luz en su mirada. Y por maravillosos que sean los asistentes de la residencia, que los hay, no es lo mismo. Las personas mayores viven en sus recuerdos, y su familia y amigos íntimos les ayudan a sentirlos más presentes. Hay una razón para su existencia: ahí están ellos. Son una parte de mi vida. Pero ahora ¿dónde están?

Es lo más duro, a mi entender, del coronavirus. Me parece tan triste que países nórdicos se nieguen a ayudar a los del sur, a nosotros y a nuestros primos hermanos del bellísimo país de la bota, con la excusa de que vamos a “desperdiciar” el dinero salvando a personas mayores… ¿dónde quedó su condición humana? Quienes lo dicen, que son lógicamente más jóvenes ¿pensarán lo mismo cuando lleguen a esa edad? ¿Y se siguen llamando seres humanos? Qué pena me da, sinceramente.

Regreso al sistema inmunológico: éste se deprime a la vez que se deprime la persona. Las personas mayores que ahora están solas, aunque estén en una residencia, se han vuelto más vulnerables no sólo a nivel mental, sino también físico. Les falta esa ilusión de esperar la visita de sus seres queridos. No tienen esa píldora de cariño que es la mejor medicación de todas.

Por eso, para esta soledad no elegida, debo dirigirme a las familias y amigos de esas personas: entre vuestras rutinas incluid llamarlos, aunque sea por teléfono, y recordarles que, si son fuertes y aguantan el tirón, esto pasará y podrán volver a disfrutar de vosotros. Recomendadles que se muevan, que lean, que sigan con sus actividades, y que procuren estar distraídos, y no sólo viendo la tele. Podéis incluso recordarles cosas que hacían en su infancia, a ver si quieren recordar algo, escribir sus memorias, por ejemplo, aunque sea a mano. Algo que les mantenga entretenidos y con la mente activa.

En cuanto a los que elegisteis la soledad, pero echáis de menos el contacto humano, ya sabéis que tenéis las opciones on-line, más las ideas que he comentado de cosas que hacer en los artículos anteriores. Pero si, a pesar de todo, caéis en esas reflexiones que te llevan a plantearte si quizá deberías haber elegido otro medio de vida, cuidado. Esperemos que no haya más coronavirus en muchos años, así que, si estabas bien antes, volverás a estar bien después. No le des muchas vueltas a la cabeza, que al final te puedes acabar liando.

Para evitar estas “comeduras de olla” os recomiendo escribir, como acabo de decir para las personas mayores. Llevar una especie de “diario del coronavirus” os puede ayudar a “echar fuera” vuestras emociones, y coger distancia de las mismas. La clave ahora mismo es ser fuertes, y aguantar, esto no va a ser así para siempre, y aprovechad para cuidaros. Por ejemplo ¿cuánto hace que no os dais un buen baño de espuma? (Si tenéis bañera, claro). La clave es no pensar que te estás distrayendo para no caer en la depresión, sino que te estás cuidando y fortaleciendo para salir de esta difícil situación más fortalecido.

No obstante, es cierto que la soledad puede traernos revelaciones que nos cambian la vida. De todas las malas rachas se saca un aprendizaje. Pero ahora no es momento reflexionar, ya se hará cuando pase la pandemia. Toca seguir adelante, por uno mismo, y por los demás, por esos a los que podrás volver a abrazar y con los que te echarás unas risas tomando cañas en el bar. Decía el poeta y cantaba el cantante: todo pasa y todo queda… pero lo nuestro es pasar… pasar haciendo camino… ¡sigue caminando!