En muchos sitios he leído que califican el miedo de “emoción negativa”
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(silencio para reflexionar)
¿Es negativa? ¿Seguro?
Ahora que estamos con la pandemia ¿qué nos retiene en casa? Mucha gente se queda porque así lo ha decretado el gobierno y, simplemente, obedecen. Pero otros muchos lo hacen por miedo: por contagiarse, por contagiar a sus seres queridos, o por extender la pandemia. Incluso los que se quedan por obligación impuesta, lo hacen por miedo a la multa. Entonces ¿el miedo es una emoción negativa? Si no tuviéramos miedo al coronavirus, saldríamos a la calle tan tranquilos, juntándonos con todo el mundo ¿no? Y se extendería. No parece tan negativo, pues.
No me gusta clasificar las emociones en negativas y positivas, porque dependiendo del contexto y la persona pueden resultar beneficiosas o perjudiciales. El miedo es el ejemplo más claro, puesto que es la emoción que más nos protege. Imaginad que no tenéis miedo a que os atropellen y cruzáis una carretera sin mirar si vienen coches ¡os pueden atropellar! El miedo es la clave de nuestra supervivencia. Y ahora lo estamos viendo más que nunca.
El problema del miedo, y de las emociones en general, es su medida. Hasta las emociones consideradas positivas pueden ser perjudiciales si son excesivas. Por poner un ejemplo, la alegría: si es excesiva puede indicar que la persona se está engañando a si misma porque no quiere sentirse triste por algún motivo al que no se quiere enfrentar, como una ruptura sentimental.
Se habla mucho del miedo en sentido negativo con la crisis del coronavirus, por eso quería defender un poco a esta emoción que tan mala prensa tiene. Pero sí es cierto que el exceso de miedo es muy perjudicial. Tanto, que hasta personas que no tienen el COVID-19 pueden llegar a mostrar síntomas sin tenerlos. Alguien que sólo es aprensivo se puede convertir en un hipocondríaco si se pasa el día buscando, escuchando y viendo información sobre la pandemia.
Pongo un ejemplo: entre los síntomas ahora dicen que puede estar el no tener gusto ni olfato. Yo he tenido catarros con la nariz muy congestionada, con lo cual el olfato, fatal, y el gusto, que depende mucho del olor de la comida entrando por tus fosas nasales, también. Lo poco que puedas oler o degustar estando acatarrado se convierte en cero si estás muy atento a tus síntomas y de tanto fijarte en ellos los incrementas. O sea, que te puedes bloquear hasta tal punto de no ser capaz de distinguir ni el olor ni el gusto de una comida. El miedo hace que veas coronavirus donde no lo hay. Es el comienzo de la somatización.
Otra consecuencia negativa del miedo excesivo es ese afán de tanta gente por hacerse con la mascarilla. A mí, sinceramente, me duele ver gente en el supermercado con la mascarilla, cuando han repetido por activa y por pasiva que no es necesaria para salir de casa, y que quienes realmente las necesitan son, primero de todo, quienes nos cuidan y curan: los sanitarios, y después, todos aquellos que nos están protegiendo y ayudando: fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, repartidores, empleados de supermercado, vigilantes de seguridad, etc.
El miedo es también el que está provocando las colas en el supermercado. Por más que aseguran que no va a haber problema de suministros, la gente sigue acudiendo en masa a pesar de que ya tenemos ¡hasta papel higiénico! Otros, en cambio, acuden con un tremendo temor como si el coronavirus fuera tan mortal como el Ébola, o se transmitiera por el aire. La forma en que se contagia ha sido explicada un montón de veces, y las medidas de seguridad también. Si se mantienen, aunque vayas a comprar, hay muy pocas probabilidades de coger el virus.
Yendo un paso más allá, hay quien, a pesar de no estar dentro de los supuestos grupos de riesgo, cree que puede morir. No voy a negar que la posibilidad existe, porque hay casos, pero es como la lotería: te puede o no te puede tocar, y hay pocos afortunados que tengan un boleto premiado. Aquí es al revés: el premio de no estar infectado es bastante más común, y de morir, muchísimo menos probable si, como dicen, no tienes patologías previas. Y tenerlas tampoco significa que estés condenado a muerte, muchas personas se han curado, incluso muy mayores. Lo que sí es seguro es que, si te obsesionas, te va a tocar padecer de ansiedad. Y tampoco es bueno por lo que puede afectar a tu sistema inmunológico, según detallo en el siguiente párrafo. La actitud positiva es fundamental para luchar contra cualquier enfermedad.
Otra probable consecuencia más del miedo es que muchas personas acudan a urgencias o llamen al teléfono de atención de afectados al primer golpe de tos, y que es probable que le digan que no tiene síntomas y que se quede en casa tranquilo. Si no tienes síntomas claros, evita saturar aún más a los servicios sanitarios: mantener la calma en estas situaciones es ahora mismo fundamental.
Concluyendo: esa pequeña dosis de miedo (podemos llamarla precaución) para protegernos a nosotros mismos tomando las precauciones indicadas por las autoridades para protegernos es buena, porque además fomenta otra emoción beneficiosa: la solidaridad. Pero más allá puede ser perjudicial, por otro motivo más: igual que en el anterior artículo comenté que el sistema inmunológico se potencia con el ejercicio físico, el miedo puede desembocar en ansiedad y que ese nerviosismo ponga a trabajar a tus defensas luchando contra un enemigo invisible. Guárdalas mejor para cuando sean realmente necesarias.
¿Y cómo lo haces? Primero de todo, deja de estar pendiente 24 horas al día de las últimas noticias sobre el coronavirus. Segundo, no estés hipervigilante con tus síntomas, y busca explicaciones alternativas: si las sensaciones son similares a las de un constipado, no le des más vueltas y a menos que tengas síntomas claros no te preocupes. Tercero, intenta hacer vida normal dentro del encierro, y busca distracciones que te ayuden a relajarte. En los anteriores artículos os he dado unas cuantas ideas. Cuarto, si por vosotros mismos no lo conseguís, buscad ayuda en los que tenéis más cerca. Y quinto… los psicólogos también atendemos on-line, y no somos una “tirita” como los ansiolíticos, sino que os ayudamos a entender lo que os ocurre, y os orientamos para encontrar soluciones que os hagan sentir mejor, a pesar de las circunstancias tan complicadas en las que nos encontramos ahora.