En un programa de televisión y en algún artículo he visto y/o leído que engordar mucho es señal baja la autoestima. Incluso han llegado a hacer la afirmación de que la persona se castiga a si misma comiendo…
Alucino pepinillos, que diría Chicote.
Quien sienta que al comer está sufriendo o se está torturando a sí mismo/a que levante la mano, por favor.
Ah ¿qué si coméis de más es porque os gusta y es un placer? ¡Anda! ¡Qué curioso!
Seamos serios, por favor, y no montar películas sobre la autoestima que nada tienen que ver con la realidad. Sé que la palabrita está de moda y parece la explicación a todos los problemas psicológicos, pero si bien es cierto es que el déficit de autoestima puede estar en la base de muchos trastornos, no se puede afirmar que alguien no se quiere a sí mismo porque come de forma excesiva y/o inapropiada. Quien lo hace no está pensando en castigarse, sino todo lo contrario, en buscar un alivio a su malestar.
Las personas que engordan a partir de una separación, un duelo, una mala racha laboral o cualquier otro problema, lo que buscan en la comida es esa recompensa que les ha quitado “la vida”, o sea sus circunstancias actuales (luego vuelvo sobre esta cuestión). Buscas el placer que se fue con tu pareja cuando te dejó, el consuelo por el vacío de la ausencia de ese ser querido, la relajación tras un duro día de trabajo o, sencillamente, el aburrimiento.
Ahora vamos a quitar una capa, y quizá encontremos cierta relación entre la autoestima y la ingesta excesiva. Al utilizar la comida como válvula de escape estás haciendo lo mismo que un alcohólico, un ludópata, un comprador compulsivo o cualquier otro tipo de trastorno adictivo. En lugar de enfrentarte al problema, te evades buscando algo que alivie tu malestar. ¿Y por qué no te enfrentas al problema? ¿Has dejado de creer en el amor y ya no crees que encontrarás a otra pareja? ¿No te sientes con fuerzas para superar la muerte de ese ser querido? ¿No te atreves a enfrentarte a tu jefe? Puede que en estos casos sí necesites una inyección de autoestima. ¿O combates el aburrimiento en el sofá viendo series mientras engulles bolsas de frutos secos? Esto ya no es falta de autoestima, es pereza pura y dura. Y a veces una cosa se mezcla con la otra: no es que no me vea capaz, es que me faltan ganas e iniciativa, y necesito aprender a tolerar la frustración.
La autoestima no es algo que te venga “de serie”, ni que tengan unos pocos privilegiados que han tenido la suerte de tener una vida “fácil”. Más bien al contrario, suelen tener mejor autoestima las personas que lo han pasado mal y se han visto obligadas a superarse a sí mismas y a luchar. Buscar justificaciones a lo que te ocurre puede llevarte a escudarte en ellas para evitar enfrentarte al problema. Como me han abandonado, estoy en mi derecho de ponerme ciego/a a palmeras de chocolate y a quedarme en casa viendo pelis románticas para llorar y llorar. No. Como te han dejado, te toca reconstruirte y seguir con tu vida. Puedes permitirte tus momentos malos, por supuesto, somos humanos, pero no te dejes llevar por el desánimo y sal de tu bucle negativo. Porque si te metes en él, además del problema inicial te vas a generar un segundo problema, un trastorno de alimentación del que te va a costar mucho salir.
Volviendo a la palabra señalada en negrita: tus circunstancias actuales no van a durar siempre. Como le dijeron a Julia Roberts en “la boda de mi mejor amigo”: esto también pasará. Aguanta, resiste, y aprende a sobreponerte. No entres en el victimismo. La autoestima se construye día a día, peldaño a peldaño. Verdura a verdura (y demás comida sana), y pasito a pasito (andando para hacer ejercicio).
Hay una serie de ideas y mitos que nos llevan a los pensamientos descontroladores. No son, ni más ni menos, que nuestras justificaciones cuando nos pasamos comiendo. Os aconsejo que lo apuntéis y reflexionéis sobre sus resultados a largo plazo. Si, cuando me paso comiendo me siento bien, pero ¿qué ocurre después? ¿Mi problema se resuelve o sigue ahí?