¿PARA QUÉ PLANIFICAR?
El establecimiento o planificación de objetivos es una estrategia que permite controlar aspectos psicológicos muy importantes que afectan al rendimiento deportivo como pueden ser la motivación y la autoconfianza. La mejor forma de conseguir un reto personal medianamente ambicioso es preparándolo de una forma progresiva; si además se marcan unos hitos intermedios la motivación crece porque se verifica el avance hacia ese objetivo principal. Cuando no se planifica se pierden esos puntos de referencia y la meta parece que está demasiado lejos o demasiado alta, con lo que, al apreciarlo así, la confianza que tenemos en nosotros mismos por conseguir lo que nos hemos propuesto se debilita.
Es como plantearse subir a lo alto de un rascacielos sin utilizar el ascensor: si no miramos por qué piso vamos, no sabremos dónde nos encontramos y parecerá que no llegamos nunca. Pero conociendo nuestro avance, es decir, en qué punto nos encontramos, cuánto llevamos y cuánto nos queda, no sólo aprendemos a administrar el esfuerzo, sino que al tener constancia de todo lo que ya hemos logrado (pisos subidos), aumenta la autoconfianza, y sabiendo lo que nos queda (pisos hasta el final, cada vez menos), potenciamos nuestra motivación.
CÓMO PLANTEAR OBJETIVOS
Existen tres tipos de objetivos en el tiempo: a largo, medio y corto plazo. El objetivo a largo plazo es el que más lejos está y más dificultad tiene. El tiempo que resta hasta el día que ha de cumplirse el objetivo a largo plazo se divide en dos o más periodos equidistantes entre sí, cada uno de los cuales constituirá un objetivo a medio plazo de dificultad progresiva. Estos objetivos a medio plazo, a su vez, se dividirán en objetivos a corto plazo más inmediatos (tres, cuatro…), por ejemplo cada semana, que asimismo van siendo poco a poco más exigentes.
A la hora de elegir ese objetivo a largo plazo debemos ser realistas, escogerlo en función de nuestras aptitudes y posibilidades y teniendo en cuenta las directrices del equipo. Pero ojo: realista no significa conformista, tiene que ser un poco ambicioso. No se trata de marcarte algo que ya sabes que eres capaz de conseguir, ni tampoco ganar todas las carreras del verano.
Un objetivo excesivamente modesto no te sirve para progresar, y un objetivo poco sensato puede llevar al desánimo y la frustración al existir poca probabilidad de lograrlo. Asimismo, los objetivos deben ser operativos y comprobables, por ejemplo: si el objetivo es “terminar bien las carreras”, debemos definir en qué puntos de la temporada vamos a evaluar si hemos acabado bien y con qué lo medimos: si significa entrar en el grupo principal, en el intermedio, mantenerse en cabeza durante el ascenso a un puerto, tirar en el llano, etc…
DIFERENCIAR ENTRE OBJETIVOS DE RESULTADO Y OBJETIVOS DE REALIZACIÓN
Los objetivos de resultado se refieren a resultados deportivos, a nivel personal o colectivo. Por ejemplo, a nivel personal: ganar una carrera determinada, terminar entre los diez primeros o ser el primero en la etapa; a nivel colectivo: llevar al líder en el ascenso a los puertos o tirar del grupo para romper la carrera o anular una escapada.
Los objetivos de realización incluyen todo aquello que tienes que realizar para conseguir el objetivo de resultado: mejorar en las subidas, llanear mejor, bajar la media… son muy importantes puesto que son la llave para conseguir los objetivos de resultado, y además:
– Te recuerdan lo importante que es cómo actuemos para poder influir en los resultados. Esto te permite valorarte más a ti mismo.
– Contribuye a centrarte y concentrarte en tus propias posibilidades, en lugar de especular sobre los resultados, lo que disminuye la ansiedad.
– Ayudan a realizar una valoración más realista sobre si somos capaces de conseguir nuestras metas, lo que nos hace más conscientes de nuestras posibilidades y fomenta nuestra autoconfianza.
– Facilitan una evaluación sencilla y fiable del rendimiento, contribuyendo a nuestra motivación. De esta forma, no nos desanimamos pensando que “no avanzamos”.
– Nos permite utilizar nuestra propia conducta como indicador de progreso, al margen de las circunstancias que influyen en los resultados (los adversarios, el desarrollo de la carrera, los árbitros, las condiciones climatológicas…).
– Sabiendo que nuestro rendimiento depende de nosotros mismos, cada logro que consigamos fortalece asimismo nuestra autoconfianza, puesto que somos nosotros, con nuestro esfuerzo, quienes lo estamos consiguiendo.
DETERMINAR NUESTROS OBJETIVOS
Rellenar el siguiente cuadro:
Un objetivo de resultado podría ser ganar o quedar entre los x primeros de una carrera determinada (se puede elegir, por ejemplo, una carrera de cada mes de competición), y el objetivo de realización una medida física objetiva de nuestro rendimiento (cadencia, pulsaciones, velocidad, etc.). Los objetivos a corto plazo (de realización) se incluyen dentro del autorregistro. En el periodo entre cada objetivo a medio plazo irán objetivos a corto plazo que se van acercando poco a poco a la dificultad del objetivo a medio plazo siguiente. Consultar el autorregistro para verlo en detalle.