COVID-19: La ausencia de retos deportivos

Para el deportista que compite, el encierro se hace más duro aún, puesto que sus objetivos están en el aire. Es lo que en psicología se denomina motivación extrínseca: te esfuerzas con la vista puesta en una meta y en lo que te reporta, a muchos niveles, (social, económico, persona…) conseguirla. Las competiciones están suspendidas y no se sabe cuándo se podrán celebrar. Hasta los JJOO olímpicos, como no podía ser de otra manera con la que está cayendo, tendrán probablemente que ser pospuestos Y, como ya se ha comentado, tras cuatro años de esfuerzo, ahora… no se sabe qué va a ocurrir. Vaya faena ¿no?

Los deportistas profesionales, especialmente si son élite, tienen una vida tremendamente planificada. Viven por y para el deporte de forma tan intensa que están metidos en una burbuja, casi no son conscientes del mundo “exterior”. Se han acostumbrado, la mayoría desde niños, a vivir así, para sus entrenamientos, su entrenador, su preparador, sus compañeros de equipo. En el gimnasio, polideportivo, centro de alto rendimiento, o al aire libre, pero nunca en casa. ¿Y entonces? ¿Ahora qué?

Aunque un atleta tenga cinta de correr en su casa, pierde dos fuentes muy importantes de motivación: la extrínseca que he mencionado, ante la incertidumbre de cuándo podrá volver a competir, y la motivación orientada al ego, que se basa en superarte midiéndote con los demás. El componente social que hemos perdido todos, en ellos es más difícil aún, puesto que los amigos suelen ser los compañeros de equipo con los que pasas muchas horas al día, y no un rato de cañas a la semana, como nos ocurre al común de los mortales.

Respecto a la tolerancia a la frustración, que comenté en el anterior artículo, la tienen asimismo más desarrollada que las personas sedentarias, pero la sufren más que los deportistas no competidores. Estos últimos gozan principalmente de la motivación intrínseca (hacen deporte por el goce en sí que les produce, independientemente de las metas que consigan) y de orientación a la tarea (se miden consigo mismos), que no necesitan de la competición, por tanto, no se sienten frustrados por no poder competir.

Así que, si eres un competidor, las primeras medidas a tomar para sobrellevar esta difícil situación, son justamente:

  • Potenciar la motivación intrínseca: recuerda por qué empezaste a hacer deporte, qué es lo que más te gustaba, e intenta volver a disfrutar del mismo. El objetivo está borroso, no se sabe cuándo vas a competir, así que mientras sigues entrenando como puedas en tu casa, intenta rememorar las sensaciones agradables que te produce tu deporte.

  • Cambiar motivación orientada al ego por motivación centrada en la tarea: tu referencia eres tú mismo. Quédate con los registros de cómo es tu ejecución y marca objetivos de realización, es decir, de progreso con referencia a ti mismo. Es buen momento para revisar fallos cometidos en competiciones y trazar un plan para solventarlos. Ir observando tus progresos potenciará tu motivación.

La rutina de un deportista profesional ha de ser la misma que alguien que está teletrabajando: lo mismo que comenté en otro artículo, las pausas también son necesarias, y es bueno establecer unos horarios, pero sin que sean excesivamente rígidos. No olvidemos que la situación puede provocar ansiedad y depresión, así que hay que darse “permisos” para tener algún que otro capricho y no estar machacándote como si tuvieras al entrenador gritándote en la oreja ocho horas al día. 

Por otro lado, si eres competidor pero no profesional, te recomiendo lo mismo que a las personas no competidoras: prueba con algún otro deporte complementario al tuyo que te permita aprender nuevas cosas. Así llenas el hueco que te deja el “gusanillo” de la competición.

Y, por último, quería añadir, siguiendo con lo apuntado en el anterior artículo, que, al potenciarse el sistema inmunológico con el deporte, al bajar el ritmo puede debilitarse, con lo cual estar más expuesto a los catarros de siempre, y que no tienen por qué ser provocados por el COVID-19. Pongo como ejemplo mi propio caso: todos los inviernos paso como 3-4 constipados. El invierno anterior, el de 2018-2019, entrené mucho más y los sudores del gimnasio debieron inmunizarme porque no cogí ni uno. Este año a causa de un brote de artritis y por motivos de trabajo, he entrenado menos y he vuelto a coger más constipados. Estaba volviendo a coger ritmo cuando ha estallado esto y… algún que otro día me levanto con dolor de garganta y los mocos de siempre, pero sin fiebre ni tos. Así que tranquilos, ya sabéis cuáles son los síntomas, no estéis en exceso vigilantes porque el propio miedo de tener la enfermedad puede provocarlos y confundirnos. Al igual que es normal que nos encontremos un poco mal anímicamente, lo mismo físicamente. El cuerpo también lo acusa.