Control de la activación

La activación fisiológica es el nivel de “alerta” general del organismo, la movilización de recursos ante una amenaza o una demanda física. Un nivel moderado puede facilitar la concentración y la atención, pero un nivel excesivo produce estrés y cansancio antes de tiempo. Por otro lado, un nivel excesivamente bajo impide rendir al 100%, ya que se necesita estar un poco “despierto” para dar más de sí y progresar. En el combate, si estás muy activado querrás resolver cuanto antes y eso te puede llevar a cometer errores (bajar la guardia, lanzar ataques descontrolados). Si, por el contrario, estás demasiado relajado, perderás “chispa”, velocidad y reflejos.

Cada persona tiene un punto ideal en el continuo tenso-relajado, en el cual rinde más deportivamente hablando, tanto en entrenamiento como en competición, pero sobre todo en esta última. Unos “funcionan” mejor con más tensión y otros en cambio se “bloquean” y no dan pie con bola. Por eso debemos observarnos a nosotros mismos para encontrar nuestro “puntillo” bueno, al que se le llama nivel de activación óptimo.

CÓMO AVERIGUAR NUESTRO NIVEL ÓPTIMO

Lo primero de todo, tenemos que averiguar cuál es nuestro nivel óptimo. Para ello, hacemos un autorregistro como éste:

El grado de satisfacción se refiere sobre todo, al grado en que sientes que has progresado, independientemente del resultado del combate. Es importante esta última columna, puesto que puedes haber perdido el combate y sentirte satisfecho. El nivel óptimo de activación será aquél que te produzca mayor grado de satisfacción, y si encima ganas, mejor. Las columnas “Peleo con…” y “Resultado combate” se rellenan porque te van a servir de guía para ver qué nivel de activación te , ya que no es lo mismo pelear con alguien que ataca y se mueve mucho que con alguien más pasivo y que está a la espera para atizarte en el contragolpe. Tú mismo irás viendo, a través del autorregistro, qué es lo que te viene mejor con cada adversario.

Este autorregistro se rellena también para aprender a dar un valor a nuestro estado de activación, combatas contra quien combatas. Puede que en un combate te sientas muy nervioso y pongas un 10, y en el siguiente sientas que estás más nervioso aún pero no puedes poner un 11, con lo cual en el anterior tendrías que haber puesto un 9. Con esta “nota” aprendes a percibir cuándo estás más nervioso o cuándo estás menos. Para ayudarte a averiguar cuál es tu nivel de activación, puedes atender a los siguientes síntomas físicos que son indicadores de tensión:

Cabeza => el ceño fruncido, los dientes apretados.
Cuello y cervicales => rigidez, dolor, molestias.
Hombros => encogidos o echados hacia delante.
Espalda => postura encorvada.
Tensión muscular => en brazos, muñecas, temblor de manos, piernas, tobillos, pies…
Sensación de ahogo en el pecho, respiración agitada.
– Presión y comezón en el estómago o el pecho.
– Molestias o dolor en el abdomen (vientre).

REGULAR LA ACTIVACIÓN

Bajar la activación

Una técnica muy útil es la relajación. En el caso del kumite, la más cómoda de aplicar es la relajación por medio de la respiración. Consiste, básicamente, en aprender a respirar con la parte baja de los pulmones, lo que permite oxigenar mejor la sangre y bajar el nivel de estrés. Te será de gran utilidad para controlar tu nivel de activación en los momentos previos al combate. Puedes ver cómo se realiza pinchando aquí.

Subir la activación

Puedes hacerlo de dos formas:

Físicamente: realizando un calentamiento fuerte (sin pasarse) o peleando con un compañero. También se puede utilizar la respiración al revés: respirar deprisa, con la parte superior de los pulmones.

Psicológicamente: recuerda todo lo que has entrenado y lo que te has sacrificado por llegar a
ese combate. Piensa en cómo te sentirás si las cosas te salen mal, la decepción que se llevará tu maestro, compañeros, amigos, etc. Observa a tu contrario y piensa que si no te “pones las pilas” te va a dar hasta en el carné de identidad…